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Consejos de un Árbol

Hace dos días salí de casa con la intención de hablar con los árboles, es decir, me fui a un parque. Caminar en silencio mientras observo su belleza me inspira y es a través de esta inspiración que logro comunicarme con la naturaleza, tan hermosos pensamientos, tanta motivación, tanta alegría en mi corazón tiene que venir de ellos.

Realmente abrazo a los árboles, los abrazo e intento sentirlos, cerré los ojos y le dije enséñame un poco de tu grandeza, a veces la inspiración me llega en ese mismo instante y en otras al seguir caminando.

Aquí les comparto el pensamiento que me abordo: «para ser así de grandes, para llegar al cielo necesitamos enraizarnos profundamente en la tierra, sin la tierra no alcanzaríamos nuestra grandeza”

En otros escritos ya les he contado que he pasado mis dos últimos años 2017- 2018 en el aire, deje de lado mis metas, mis deseos, me entregue por completo al fluir de la vida, fluyendo como una hoja (que el viento me llevara a donde quisiera) lo ideal era montada en mi bicicleta o en un Ferrari hahaha aprovechando el impulso del aire para avanzar cada vez más rápido y con menos esfuerzo, me quede enganchada en el mundo espiritual y crecí muchísimo también, lo material dejo de importarme, leí cantidades de libros, hice cursos que me llevaran a encontrarme con mis adentros, me encerré entre mis muros y desde mi mundo veía el exterior, me desconecte de la tierra, de los deseos, de la ambición, de las metas, del avance.

Sin duda alguna este periodo era necesario en mi vida, tenía que vivirlo, para hoy finalmente poder encontrar un equilibrio entre estos dos mundos que percibía tan diferentes, mundos que en mi mente poseían unas murallas enormes impidiéndome estar en los dos al mismo tiempo, me llevo muchísimo tiempo derrumbarla y seguramente aún me quedan unas cuantas hileras por tirar.

He comprendido que la tierra es material, es lo tangible, lo que puedo tocar y el espíritu es inmaterial, lo que puedo sentir, percibir. El espíritu ha venido a la tierra a experimentar el mundo material a través de nuestros cuerpos y no solo eso sino a través de todo lo que en este planeta puede existir. Todo, todo, todo lleva consigo energía, de la misma energía con la que fuimos creados, todo lleva consigo un “espíritu” por así llamarlo.

Entonces he llegado a la tierra para experimentar este mundo material sin olvidar que es el mundo espiritual quien lo sostiene, he venido a experimentarlo más no ha poseerlo, he venido a co-crearlo a través de mis deseos, de mis pensamientos, he venido a lograr todo lo que me proponga tomando acción, con estrategia, he venido a disfrutar de todo lo creado, he venido a fluir con la vida pero con el volante en mis manos.

Esta creencia de espiritualidad ligada a la pobreza, a la falta de deseo y ambición no tiene validez cuando en la naturaleza la abundancia se encuentra a doquier, los bosques están abundantes de árboles, en los mares abundan las gotas de agua, en los desiertos abunda la arena, en el planeta abunda el oxígeno y el cielo sigue siendo infinito.

Y yo que estoy hecha a imagen y semejanza de Dios (de la energía que todo lo ha creado) no puedo sentirme menos, no puedo negar la abundancia infinita que vive en mí, millones y millones de células, órganos que funcionan sin que yo se lo pida, litros y litros de sangre que me recorren sin cesar, ¡es que ya no puedo dudarlo más! Me he dado cuenta de lo valiosa y merecedora que soy, que somos, que hemos nacido para ser tan grandes como los árboles, para compartir nuestros dones así como ellos comparten sus frutos, para ayudarnos mutuamente tal como ellos lo hacen a través de sus raíces, para ofrecerles un lugar a los huéspedes que llegan pidiendo ayuda, para florecer como ellos en primavera, para aprovechar de todo el sol en verano, para marchitarnos cada otoño y vaciarnos por completo en invierno, para disfrutar y nutrirnos de la maravillosa tierra.

Dios es un rey y nosotros sus hijos, somos los príncipes, príncipes que debemos reclamar nuestra herencia, sentir que lo merecemos, creerlo en nuestros corazones, darnos cuenta de lo infinitamente abundante que somos por naturaleza.

Eres un espíritu rico en belleza, en amor, en grandeza, en sentimientos, en belleza, que habita un cuerpo rico en células, a partir de este momento que nuestras palabras, pensamientos y acciones estén impregnadas de la abundancia que por naturaleza ya posemos.

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