Escritos del Alma

El Camino. Castillo Neuschwanstein

Con solo observar la subida comenzaba agotarme así emprendimos nuestra caminata, a medida que iba montando mi corazón se aceleraba de cansancio, mi respiración se hizo consciente solo pensaba en inhalar y exhalar con cada paso un respiro, poco a poco se fueron regulando mis latidos, si hablaba me cansaba nuevamente, si miraba hacia adelante el trayecto que faltaba me cansaba aún más, si me dedicaba a respirar con cada paso mientras observaba los arboles maravillosos que me rodeaban mi corazón se tranquilizaba, el camino se volvía acogedor y el tiempo parecía estar en armonía.

Mucha gente iba en el mismo camino, nosotros pasamos a algunos y otros tanto nos pasaron a nosotros, unos mostraban cara de cansancio otros parecían ir sin ningún esfuerzo, algunos iban en silencio como nosotros, otros hablaban y uno que otro se quejaba.

Al llegar a la cima nos encontramos con aquellos que nos habían pasado, algunos que iban al mismo paso decidieron tomar otra ruta y a otros simplemente no los vimos más.

Mientras vivía ese momento solo comparaba el trayecto de esa montaña para llegar al Castillo de Neuschwanstein con el trayecto que cada uno emprende en la vida al momento de nacer

  • ¿Cuantas personas nos van acompañando y en algún momento nos superan o se quedan atrás o simplemente ya no los vemos más?
  • ¿A cuántas personas el camino de la vida se les vuelve tortuoso y a otros tan simples?
  • ¿Cuantos queremos correr por llegar a la cima y nos perdemos del trayecto?
  • ¿Cuantos nos perdemos en el trayecto olvidándonos de la cima?

Lo más curioso es que todos, absolutamente todos, aunque estemos en el mismo camino y en la misma dirección CADA QUIEN vive el proceso de forma INDIVIDUAL, cada uno siente y vive su camino a su manera, podrá ser el mismo recorrido pero mi impresión jamás será igual a la de mi esposo que iba caminando a mi lado, mi experiencia es solo mía.

Así hice esta analogía entre el camino del castillo Neuschwanstein y el camino de la vida, donde la meta final es VIVIR y para vivir realmente nuestro propio trayecto con felicidad y armonía tendríamos que olvidarnos de llegar a la meta final, dejar de mirar el futuro, disfrutar más del camino, es decir, del momento presente, detenernos para mirar nuestro alrededor, entender y aceptar que cada quien tiene su tiempo, su momento perfecto quizás unos cuantos lleguen primero y otros tantos se queden atrás, ver y vivir este proceso de forma individual, sin juicios, sin competencia y sobre todo respirando con consciencia.

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